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domingo, 15 de diciembre de 2013

Nelson Mandela Líderes frente a visionarios

Todos los intentos ficticios, llevados a cabo por la fuerza, de separar o confinar al ser humano terminan por fracasar. Los muros artificiales, terminan cayendo; las segregaciones raciales, terminan cayendo; los exterminios, terminan cayendo. Lo terrorífico es el alto precio que se paga mientras eso ocurre.

La solución, así nos lo muestra la historia, siempre ha venido de la mano de un líder, social o político, que ha entendido que la grandeza de un pueblo se mide por la unión de voluntades: las diferencias humanas constituyen la grandeza de un pueblo.

Lo opuesto a un líder es el visionario, personaje peligroso dónde los haya. Estos salvadores, en su ceguera, funcionan en una dirección contraria a lo que enseña la historia. Piensan que la grandeza de un pueblo está en la igualdad absoluta de sus ciudadanos. Como esto es imposible, terminarán por conducir a su pueblo a un precipicio. El visionario hace suya una idea que, en definitiva, no comparte su pueblo.

No es fácil descubrir a un visionario. Se necesita un líder para hacerlo. Líder fue Nelson Mandela.

 
Un pueblo posee distintos colores, tantos como colores tiene la raza humana. Un pueblo posee distintos idiomas, tantos como lenguajes posee la raza humana. Un pueblo posee distintas costumbres, tantas como tradiciones tiene la raza humana. Y, así, hasta el infinito si no se tiene un pavor ridículo (estamos en pleno siglo XXI) a la diferencia.

La identidad de un pueblo es su diferencia. Las fronteras humanas son artificiales. Los que se empeñan en construirlas caerán con ellas. Tarde o temprano.

Un homenaje a Nelson Mandela en un minuto y treinta segundos

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