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sábado, 9 de febrero de 2013

Demian y el inconsciente colectivo de Jung


Las lágrimas más amargas derramadas sobre nuestras tumbas son por las palabras nunca dichas y las obras inacabadas.

Beecher Store

Quizás, esa frase resuma, a la perfección, al atormentado E. Sinclair, protagonista de Demian, de Herman Hesse. Y, también, sin duda, esta necesidad personal de explicar esta obra porque era, y es, una explicación debida y no realizada.

Digamos lo que no es Demian aún siendo evidente las influencias, que en este autor tienen un conglomerado de tesis que nos vuelven la mirada hacia Jung, Nietzsche, el gnosticismo o, simplemente, a los dilemas morales del joven protagonista, Emil Sinclair. Salgamos al paso de esos estériles análisis –Demian no es la influencia de…- comenzado por la presencia de las tesis de Jung en esta obra.

Hesse y Jung mantuvieron una estrecha relación personal gracias al interés de ambos por los temas mitológicos, de origen oriental, como camino sugerente y estimulante para llegar al descubrimiento del yo personal. Al mismo tiempo, les unía el desconocimiento que, sobre esos temas, se vivenciaba en la intelectualidad europea de la época y de los que ellos no eran partícipes. 

Los acercamientos hacia la interioridad del yo, en esta vieja Europa, o en el mundo occidental, siempre han estado vinculados a la ciencia en cualquiera de sus manifestaciones: psicología, psiquiatría, antropología o las humanidades, en general. Mucho más en la primera mitad del siglo anterior.

Nuestro yo no es consciente –intentemos explicar a Jung apostando por lo didáctico y no por la erudición- de la presencia inconsciente de imágenes y símbolos que nos determinan y que no tienen una construcción que provenga de aprendizaje alguno. Se trata, más bien, de una memoria colectiva de la que participamos por ser humanos y que tenemos en nuestro interior por una especie de transmisión de una generación a otra. Y, así, desde nuestros orígenes.

Este inconsciente colectivo –Jung lo denomina pomposamente así- se activa con ocasión de circunstancias dramáticas de nuestra vida. Mientras, está como oculto en espera de hacerse patente. La manifestación de ese inconsciente colectivo es el arquetipo.


Todo esto queda reflejado, por ejemplo, en lo que le dice Pistorius a Sinclair en una de sus diversas conversaciones nocturnas, tumbados en el suelo y con la sola luz del fuego -como nuevo elemento simbólico de las tesis de Jung que aparece en la obra- al modo de mantra que ahuyente la tiniebla interior de ambos personajes.

Cada uno de nosotros es el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez e incluso más atrás aun, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres.

Sinclair, al modo socrático, le argumenta con una nueva pregunta. 

Entonces, ¿por qué aspiramos aun hacia algo si todo lo llevamos ya acabado en nosotros?

Pistorius concluye, más o menos, de esta manera: Puede que llevemos el mundo dentro de nosotros –inconsciente colectivo- pero no lo sabemos.

Y, en definitiva, ese es Emil Sinclair: no sabe quién es e intenta aprehenderlo con ocasión de las situaciones existenciales en las que se va encontrando a lo largo de su vida y en función de los personajes que se acercan a la misma: el torturador de Kromer, el redentor inicial de Demian, el sustituto ocasional de Pistorius, la aparente realidad de Beatrice, o la posible solución de Eva.

Gran construcción literaria de Hesse al poner en la trama de su Emil Sinclair a personajes que activan ese inconsciente colectivo descrito para que el protagonista encuentre su propio yo. Esto es así pero, en definitiva, no se puede afirmar que la historia que lleva por título Demian sea, sin más, un desarrollo literario del inconsciente colectivo de Jung. Seguiremos.

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