Hay una
escena de la Lista de Schindler que, sin ser de las más desgarradoras, muestra,
con toda su crudeza, la perversión nazi. Un profesor de historia y literatura
es desechado como inútil para los campos de concentración, en los terroríficos
procesos de selección, por no ser su profesión esencial.
El
profesor, atónito, repite sin solución de continuidad: ¿Que no soy esencial? Creo
que no entienden lo que significa esa palabra. ¿Qué no soy esencial? Enseño historia
y literatura. ¿Desde cuándo no es eso esencial?
Immanuel
Kant afirmó que el hombre es el único ser que es un fin en sí mismo. Cuando se
le utiliza para algo, se arremete contra su dignidad para convertirlo en una cosa. Quizás
no sea necesaria la filosofía para enseñarnos tal obviedad. Cualquier ser humano
es digno por el mero hecho de serlo.
Sin
embargo, tiene toda la utilidad la filosofía al recordarnos, con los matices que
se quiera, que cuando se pierde la capacidad de reflexión es más fácil olvidar que
la dignidad humana siempre debe ser defendida y revitalizada.
Las
humanidades nos recuerdan, en definitiva, eso. Quizás no sirvan para ganarnos
la vida pero nos ayudan a vivir mejor. Como personas y no como instrumentos de
producción.
"¿qué no soy esencial?" o mejor, ¿que no soy esencial? Demostremos que todavía quedan profesores de humanidades y que sabemos escribir y expresarnos. La única pega de esta entrada, por lo demás, genial la reflexión.
ResponderEliminarBelén, muchas gracias por tu comentario y reflexión. Tienes toda la razón: hay muchos profesores de humanidades imprescindibles.
ResponderEliminarY gracias, también, por apuntarme ese error ortográfico.Corregido.
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