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sábado, 2 de noviembre de 2013

Estar conectado, te desconecta

La soledad tiene mucho que ver con la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Cuando esto ocurre, es cuestión de tiempo que una persona sienta que se va quedando sola. Es normal. Nadie quiere “piedras” como compañía. Son demasiado frías y pesadas.

La falta de empatía es un virus que se va comiendo la magia de las relaciones personales.

Pensamos que las relaciones con los demás son fruto de un resultado casual; que, en cierta medida, no podemos evitar ser como somos o que los demás nos caigan bien o mal en función de como somos.

Esta visión “mitológica” de las relaciones personales, pese a ser acientífica, está más extendida de lo que parece y, especialmente, entre la gente más joven. Quizás porque se piensa los sentimientos no se pueden educar y que, además, hay que dejarlos que fluyan sin más.

Peligrosa opción de vida.

 

Las Nuevas Tecnologías potencian la falta de empatía. Para ponernos en la piel de los demás necesitamos poner atención, fijarnos en ellos. Necesitamos entre seis y ocho segundos para sentir determinadas emociones y, entre ellas, están todas aquellas que contribuyen a potenciar la empatía.

Por el contrario, sólo necesitamos décimas de segundos para captar estímulos evidentes. Las Nuevas Tecnologías afianzan esa reacción ante estímulos  evidentes y sepultan todos aquellos que reclaman el  pararse, fijarse y dejar que la capacidad de admiración se haga dueño de nosotros.

En definitiva, ese “estar conectados”, de manera permanente, nos hace que midamos las relaciones personales con el termómetro de lo instantáneo. Nuestro cerebro se acostumbra con facilidad a eso. La consecuencia: la profundidad que reclaman las relaciones personales se atrofia.

Estar conectados, nos desconecta.

En el siguiente link, puedes visualizar un vídeo que ahonda en estas cuestiones.

http://www.youtube.com/watch?v=I2ezWNm6yDE&list=PLAR4LDx93nOuoR6OXwR3LBQCo-buI4XXI&index=3



 

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