Uno se reconoce por donde se rompe, por las cicatrices que deja el pasado.
Cuando Ulises regresa a Ítaca para recuperar su reino, su hacienda y, especialmente, a Penélope lo hace disfrazado de mendigo para no ser reconocido. Se suceden los acontecimientos y Ulises, que ha conseguido entrar en palacio, se ve obligado a ser atendido por la sirvienta de Penélope. Un mendigo merece un trato hospitalario en palacio. El corazón de Penélope, pesa a las circunstancias, sigue siendo magnánimo.
Como relata de manera magistral el profesor Jacinto Choza en su libro Ulises, un arquetipo de la existencia moderna, Ulises se coloca en la penumbra de un rincón ya que teme ser reconocido por la sirvienta que no es otra que Euriclea, anciana que le atiende desde su niñez. Ulises tiene en una pierna la cicatriz de una herida que le causó un jabalí cuando era muy joven. Euriclea conoce la existencia de esa herida. Euriclea, al tocar la cicatriz le reconoce. Ulises le pide que guarde silencio.
Las personas, como las cosas, se reconocen por dónde se rompen, por las cicatrices que deja el pasado. Nadie se rompe por el mismo sitio y, por este motivo, el sufrimiento es el mejor medio que el ser humano tiene para saber quién es y para saber que esperan los demás de uno mismo.
La realidad original del hombre –siguiendo las tesis del maestro Choza- es indeterminación vacía. Inicialmente, no nos distinguimos unos de otros. Es necesario dejar paso a las diferencias para distinguirnos de los demás. Esta diferenciación se produce por las fracturas que nos deja la vida.
Así ocurre en diferentes culturas a lo largo de la larga historia del ser humano. Era costumbre romper un objeto por la mitad y, así, sus portadores podían encajar un trozo con el otro. Así se reconoce el ser humano, según Jung, no sólo por las fracturas del cuerpo sino también por las del alma.
Tierras de penumbra, película dirigida por Richard Attenborough en 1993, recrea la vida del escritor inglés C. S. Lewis. La película nos muestra a un Lewis ya maduro, unos cincuenta años, situado en la vida, afamado escritor, profesor y conferenciante. Recorre el país dando conferencias sobre el sentido del dolor. Parece seguro en sus reflexiones, quizás porque hasta ese momento no ha sufrido demasiado en su acomodada vida.
Todo cambia cuando conoce a Joy una poetisa americana. Lewis se enamorará perdidamente de la escritora. El drama está servido. Joy morirá de cáncer. La seguridad existencial de Lewis se derrumba a causa del sufrimiento que le provoca esta pérdida. Ha dejado de ser un teórico del sufrimiento para pasar a vivirlo en su propia vida.
Tanto en la película como en la obra del propio Lewis titulada Una pena en observación en la que recoge esta experiencia vital podemos observar cómo Lewis reconstruirá su vida al ser capaz de darle un sentido a su dolor. Ha reconstruido su yo al ser capaz de saberse único e irrepetible gracias a su sufrimiento.
Recomiendo ver Tierras de Penumbra de Richard Attenborough, leer Una pena en observación de C.S. Lewis y el magnífico ensayo de Jacinto Choza, Ulises, un arquetipo de la existencia moderna para que descubramos que el dolor no es algo inútil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario