Suponiendo una naturaleza común a todos los hombres, es fácil
sustentar la tesis que afirma
la existencia de una correspondencia entre cultura y enfermedades mentales
(Cfr. R. Gómez Pérez, Iguales y distintos, Introducción a la
antropología cultural)
Las culturas
absolutistas, aquellas que exigen demasiado a los ciudadanos, se sustentan en
la represión. Tan fuerte es ésta que, en ocasiones, la única salida, para el
individuo, es la enfermedad mental.
Curiosamente,
ocurre lo mismo en aquellas sociedades en las que su entramado cultural no
exige nada, o casi nada, a sus ciudadanos. Con el paso de los años, se genera
en esa sociedad un hastío que socava la necesidad de cualquier esfuerzo
personal produciéndose, finalmente, la extensión de un virus patológico, letal,
que no es otro que la pérdida del sentido de la vida.
Parafraseando
a Freud, quizás el equilibrio perfecto entre cultura y salud mental esté en
aquellas –culturas- que propicien un desarrollo armonioso y sosegado de los
cimientos de cualquier personalidad: amar y trabajar. El amor y el trabajo sólo
enriquecen cuando trascienden el objeto amado o trabajado.
Tras
los sucesos ocurridos en Newtown, Connecticut, en los que un joven asesinó a 20
niños en una escuela primaria, no debería olvidarse esa estrecha relación existente.
Unos hechos que no tienen fácil explicación si se olvida lo apuntado.
No defiendo
en estas líneas un determinismo cultural. Entre otras cosas, porque bien demostrado
está ya que ese determinismo es anacrónico y acientífico. Si defiendo la necesidad
de integrar la ética en las decisiones políticas.
Una cultura
que fomenta el uso de armas como si fuera lo mismo que usar monopatines debería
reflexionar de manera urgente ante esta realidad. Sosteniendo las tesis de Victoria
Camps, en su El gobierno de las emociones, la moral, la ética,
debe actuar en aquello que es evitable o debería ser de otra manera.
Creo
que esta es la obligación de cualquier gobernante. Difícil es, por desgracia, evitar
que alguien cometa una masacre. Inútil es preguntarse los motivos que llevan a
una persona a cometer semejante atrocidad. Lo urgente, es dificultar tal
posibilidad.
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