Queremos
promesas, no realidades
Esa
frase, no es mía. Tampoco sé de quién es pues no la he buscado en Google. Si sé dónde la escuché. En un programa de
radio, La brújula de Onda Cero. También sé de que se hablaba: de la situación
económica.
Me
llamó la atención por el contexto explicativo en la que fue dicha. Puede que
los ciudadanos, o muchos ciudadanos, prefieran cierta grado de mentira ante la
situación de crisis que vivimos a conocer la cruda realidad de lo mal que
estamos.
De
ahí la frase. Me imagino a una masa enfurecida dirigiéndose a gritos a los políticos:
queremos promesas, no realidades.
No
es fácil aclararse sobre lo que es mejor o peor pues no es fácil el equilibrio.
Se plantea la misma situación que se da cuando hay que decirle, por ejemplo, a
un enfermo que su situación es irreversible. ¿Se le dice la verdad sin más? ¿Se
le miente durante un tiempo?
En
definitiva, nada nuevo bajo el sol. Estamos ante un dilema ético que está más
que estudiado y argumentado. ¿Hay que decirle a cada persona el grado de verdad
que sea capaz de soportar?
Dado
que la filosofía parece condenada, hoy en día, al olvido, recurriré a esta
disciplina para adentrarnos en la cuestión. En el Mito de la caverna de Platón
se nos plantea una situación parecida. Lo que le ocurriría al prisionero liberado
al volver al interior de la caverna.
–Imagina
ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No
se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la oscuridad? –Si,
no hay duda. –Y si, mientras su vida aun esta confusa, antes de que sus ojos se
hayan acomodado de nuevo a la oscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas
sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han abandonado el
cautivo, ¿no les daría que reír? ¿No dirían que por haber subido al exterior ha
perdido la vista, y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien
intentase desatarlos y llevarlos allí. ¿No lo matarían, si pudiesen cogerlo?
–Es muy probable.
Posiblemente, a ese prisionero lo matarían
pues el resto no toleraría que se le dijera que viven en una mentira. En definitiva,
matarían al portador de la verdad.
Lo interesante puede venir a continuación
si realizamos un sencillo cambio en el mito. Los prisioneros, son los políticos;
al menos, algunos por aquello de no cometer la injusticia de generalizar. El prisionero
que consigue salir fuera para después volver es el ciudadano normal y corriente.
Tan desprestigiada está la clase política
que la cuestión ya no es si se prefiere la verdad o la mentira sino que se desconfía de este emisor .la clase
política- dando igual si ofrece, en su discurso, promesas y realidades.
Ese prisionero que ha conseguido desligarse
de las ataduras de la caverna, no volvería al interior de la cueva. Dejaría allí
a los encadenados –los políticos- y le daría un giro definitivo a tan citado mito.
Ni promesas ni realidades.
Más bien, no nos digáis nada.
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