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domingo, 3 de marzo de 2013

La vida atormentada de Emil Sinclair


El mayor tesoro que puede ofrecer la vida es vivirla con libertad. El mayor inconveniente para esa libertad es ser dependiente, de lo que sea, por debilidad. Esto, que suscribiríamos, de entrada, todos, es el paradigma existencial de Emil Sinclair.

No sabe quién es y, por eso, sabe que nunca será libre. Es débil y, por ese motivo, no se atreve a luchar por su auténtica libertad. Y esta situación da lugar, en su desarrollo, a la trama, poco lineal, de Demian de Herman Hesse: las continuas dependencias vitales de un débil y atormentado joven que vuelca sus inseguridades personales en personajes como Demian, Pistorius, Beatrice, Eva.

Y lo que acrecienta aún más su propia situación vital de vacío existencial: cada dependencia le hace sentir aún más desvalido pues, en definitiva, no son más que salidas falsas que no terminan de arreglar su situación.

Hay dos momentos claves en la narración de Hesse que sitúan el gran error que comete Emil Sinclair a la hora de replantearse su vida, a saber: es débil –por ese motivo es maltratado por el perverso Kromer- y, en definitiva, en vez de luchar contra esa debilidad hierra en su análisis y piensa que sus problemas se deben a la  excesiva dependencia que tiene de su entorno familiar.

 
 
Aquí, es clave señalar lo siguiente: el entorno familiar representa el bien, lo luminoso, lo acogedor. Señalemos ya, de entrada, que este el gran error de Sinclair: la dependencia del bien  no es dependencia sino auténtica libertad y autoconocimiento verdadero.

Estos dos momentos claves son las explicaciones que hace Demian a Emil sobre las figuras de Caín y el buen ladrón. Resumiéndolas, Caín es el verdadero  hombre, libre de ataduras al abrazar el mal; el buen ladrón es el hombre débil que se arrepiente de sus malas obras. Pobre Emil Sinclair. Mucho Abraxas y dualidades y, al final, termina dependiendo del mal como salida a sus desazones interiores.

Esta es la esencia de nuestro personaje: todo lo demás, influencias de Jung, de Nietzsche y del gnosticismo, no son más que artificios narrativos que dan a Demian su poder de cautivar a cientos de jóvenes tan perdidos, en sus vidas, como Emil Sinclair.

Lastima que todos los que se acercan a Hesse, no conozcan la obra de Alasdair C. MacIntyre, Animales racionales y dependientes. Lo que nos hace ser libres y lo que nos permite llevar una vida plena es nuestra vulnerabilidad. Así somos. El secreto es acompañar nuestra debilidad de personas buenas.

Emil Sinclair quería abrazar una estrella. Esa estrella es su buen corazón porque, en definitiva, la mejor definición de este personaje es la gran inteligencia de su corazón. Su problema es su salida equivocada: Abraxas.

Pero confiemos en esa inteligencia del bien, del corazón. Tarde o temprano, Emil Sinclair, todos los Emil Sinclair que dan tumbos por la vida y por el mundo, descubrirá que la dependencia volcada en el bien es la auténtica libertad.

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