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domingo, 4 de diciembre de 2011

Los temas prohibidos en los medios de comunicación.

Ludwig Wittgenstein concluyó su Tratado lógico-filosófico con una afirmación que ha pasado a los anales del imaginario colectivo: De lo que no se puede hablar,  mejor callarse.

Hacer pedagogía de esta obra filosófica no es fácil. Wittgenstein pretendió clarificar sobre qué cuestiones se podría hablar, con algún sentido, desde la filosofía. Los temas tradicionales de esta disciplina –Dios, el mundo y el alma- son inasibles al lenguaje y, por tanto, ante ellos sólo cabe guardar silencio. La filosofía que se hace el harakiri en manos de unas de las mejores mentes filosóficas de la historia.

La filosofía sólo tiene un papel a desempeñar: aclarar los equívocos del lenguaje y descubrir los errores que esto ha ocasionado a lo largo de la historia del pensamiento y de las ideas. La filosofía como herramienta terapéutica.

No comparto las tesis de Wittgenstein –interesante que ni el mismo se compartiera a mismo con respecto a la tesis enunciada- ni escribo estas líneas para reflexionar sobre este autor. Vana pretensión escribir sobre filosofía y pretender que te lean.

Los medios de comunicación, hasta hace pocos días, se han tomado al pie de la letra la tesis de Wittgenstein. Hay temas sobre los que no se puede hablar y, por tanto, lo mejor es callarse.

Creo que esa realidad –triste realidad- se ha concretado en dos aspectos que son letales para cualquier sociedad: la muerte del periodismo de investigación y la imposibilidad de hablar sobre la máxima jerarquía del Estado.


La filosofía debe hablar, y mucho, sobre aquello que no es fácilmente expresable. En eso se nos va la vida y nos jugamos la vida porque, en definitiva, necesitamos, como el aire para respirar, hablar de todo aquello que nos desborda y que necesita encontrar un sentido.

Los medios de comunicación –desde el respeto y la dignidad que se merece aquel sobre quién se habla- no pueden hacerse el harakiri y cortarse ellos mismo las alas de la libertad de expresión.

Wittgenstein no pudo matar a la filosofía. Él mismo, en una obra posterior, la resucitó. Lo mismo debe hacerse desde la prensa, la radio, la televisión. Resucitarse a ellos mismo teniendo en sus plumas, voces y rostros el siguiente imperativo informativo: De lo que no se puede hablar, hay que contarlo todo.

No es la libertad lo que nos hace veraces. Lo que nos hace libres es contar toda la verdad.

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