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jueves, 15 de diciembre de 2011

Por imperativo legal

Dirigida por Clint Eastwood, Cartas desde Iwo Jima nos cuenta la desconocida historia de los soldados japoneses que defendieron su tierra contra la invasión norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial.

El general Tadamichi Kuribayashi brilla con luz propia entre sus hombres. Es un hombre de honor y cumplidor del deber. Hace lo que dice, dice lo que hace y cumple con sus obligaciones. Eso le da tal liderazgo que sus hombres no temen morir por su patria por que él lo pide.

Un soldado estadounidense es apresado. Los soldados japoneses deciden matarlo. El general no sólo lo impide; da la orden de que sea cuidado. El diálogo de esta escena es sencillo pero invita a la reflexión.

--¿Acabo con él?
--No. Curadle.
--Pero, señor…
--Okubo, tú esperarías lo mismo, ¿no? […] Endo, cúrale
--Tenemos muy poca morfina. –Ellos no curarían a un soldado japonés herido.
--Hijo, ¿conoces a algún americano? […] Cúrale.

Tadamichi Kuribayashi conoce la regla áurea de la ética: No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.

La escena prosigue. El soldado americano posee una carta enviada por su madre. El general la lee en voz alta. Se emociona. Reconoce en esas sencillas palabras maternas su manera de entender la vida y la ética.

Sam, te envío por correo un par de libros. Espero que te gusten. Ayer los perros hicieron un agujero bajo la verja. Escaparon por el barrio. Para cuando los encontramos los gallos de los Harrison estaban atemorizados. No te preocupes por nosotros. Limítate a cuidarte y a volver sano y salvo. Recuerda lo que te dije. Haz siempre lo correcto porque es lo correcto.


Me imagino a esa madre. Sencilla pero honesta. Habla de cosas sin importancia, cotidianas; los perros, los gallos. Sabe querer: envía a su hijo unos libros. Quizás no tenga mucho dinero ni hacienda pero le recuerda a  su hijo la herencia que le deja: hacer lo correcto porque, sencillamente, es lo correcto.

Lo correcto porque es lo correcto. Un imperativo basado, quizás, en esa máxima kantiana que animaba a actuar de tal manera que nuestro obrar se pudiera convertir en ley universal. A esto tan complejo, Kant lo denominaba imperativo categórico.

Algunos políticos prometen la Constitución por imperativo legal. Es decir, no cumplen porque deban cumplir. La madre de ese soldado no entendería semejante postura. El general japonés, quizás más culto, no entendería a políticos que hicieran eso con su patria. La madre se queda sin herencia que ofrecer. El general, sin país.

Cuando el imperativo moral deja paso al imperativo legal, lo mejor de una sociedad, madres que saben querer o fieles cumplidores del deber, por ejemplo, se quedan huérfanos de lo que más quieren.

1 comentario:

  1. buena comparación, he visto tu link en público por lo que supongo el tema que subyace de todo esto. GOOD

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