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lunes, 15 de octubre de 2012

Aprendizaje cooperativo: evitar que los niños bostecen en las aulas


Las aportaciones de Kenn Robinson sobre la calidad de la enseñanza me parecen sumamente sugerentes a la hora de reivindicar la necesaria introducción del aprendizaje cooperativo en las aulas. Sin pretensión de exhaustividad y sin referirme a ningún país en concreto, intentaré contextualizar el porqué de la afirmación anterior.

Las reformas educativas se suelen centrar en dos aspectos: el económico –los niños deben encontrar su lugar en la economía del siglo XXI- y cultural –los niños deben tener un sentido de su identidad cultural- Sin embargo, estas tendencias se ven fuertemente contrarestadas por la propia realidad actual:  

-¿Cómo preparar a los niños para una sociedad de la que no sabemos como marchará económicamente ni la semana que viene?

-¿Cómo apostamos por una búsqueda de identidad cultural si la globalización está disolviendo los localismos identitarios?

En definitiva, se pretende ganar el fututo haciendo lo que se hizo en el paso produciendo una alienación masiva de los niños en el contexto educativo. El paradigma educativo sigue siendo el heredado de la Revolución Industrial y de los ideales de progreso científico de la Ilustración.

En este sistema, subyace un modelo intelectual-cognitivo basado en los razonamientos deductivos y en una pretendida habilidad académica. De este modo, los niños quedan englobados en dos categorías: los académicos (inteligentes para ese paradigma) y los no académicos (no inteligentes para ese paradigma) 

Esa alienación, anteriormente comentada, tiene un claro reflejo en los niños TDHA. Curiosamente, la ciencia médica que los califica como tal bebe de las mismas fuentes de ese paradigma educativo descrito.

Por otro lado, la tendencia educativa se centra en la elevación de los estándares educativos. Esto ocurre –tremenda contradicción- cuando tenemos a unos niños que reciben la mayor cantidad de estímulos –en diversos formatos tecnológicos- en toda la historia de la humanidad.

Los estándares hacen que las clases sigan siendo tradicionales –en definitiva, no se les enseña sino que se les prepara para superar exámenes- propiciando un mayor aburrimiento de los alumnos; hasta tal punto ocurre esto que se les penaliza porque si distraen de cosas aburridas (la clase) La tendencia a elevar la estandarización corre paralela al aumento de los casos de TDHA. Esto, lejos de ser un problema, evidencia que la supuesta epidemia no es más que una epidemia ficticia.

Las escuelas siguen funcionando como las fábricas –Revolución Industrial- no sólo en el toque de timbres, separación por edades, actividades rutinarias, sino porque se apuesta por dormir los sentidos ya que es necesario –para superar esa estandarización- incrementar el pensamiento convergente en detrimento del divergente.


Sin embargo, es un hecho demostrado que los niños –bien pequeños- poseen una alta capacidad en pensamiento divergente. Esta capacidad se pierde con los años de aprendizaje en las escuelas. Producimos, en serie, niños educados y nada creativos.

Se hace necesario superar esa vieja concepción que divide a los niños entre académicos y no-académicos. Es urgente pensar diferente sobre la capacidad humana de aprendizaje. La sociedad actual ha cambiado de paradigma pero aún no lo ha hecho la escuela.

Una manera de hacerlo es el trabajo cooperativo. La colaboración, en nuestra sociedad actual, es la genuina fuente del conocimiento. ¿Hacemos algo hoy en día sin estar interactuando con otros?

Alabo los esfuerzos de muchos docentes por incorporar esta metodología en las aulas. Hay mucho que debatir y perfeccionar –por ejemplo, es peligrosa esta metodología si olvidamos que, en un futuro, el niño será evaluado con un examen de Selectividad que está en las antípodas de nuestra era global y de las nuevas maneras de aprender- pero, sin embargo, un efecto es evidente desde el primer día: el niño dejará de bostezar en las aulas.

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