Los
análisis de Z. Bauman sobre la sociedad líquida ofrecen un marco teórico
apropiado para reflexionar sobre la necesidad de un cambio, al menos
metodológico, en el trabajo en las aulas y a todos los niveles: Primaria,
Secundaria y Universidad.
Dando
por válido que en educación se pretende formar a las nuevas generaciones, para
que encuentren su lugar en la sociedad, cabe plantearse cómo hacer eso cuando
la sociedad de hora se caracteriza por estar cambiando continuamente.
¿Preparan
las aulas para esa posibilidad de cambio? O dicho de otra manera para que se
comprenda la cuestión: Si estudio, por ejemplo, biología, ¿me prepara la
universidad para que me pueda “ganar la vida” con algo que no tenga nada que
ver con la biología porque no hay trabajo para los biólogos?
El
asunto se complica cuando observamos que esta sociedad líquida no sólo afecta
al futuro profesional. En cierta manera, la identidad personal también se está
volviendo volátil. Las identidades son digitales, es decir, cambiables según
las necesidades.
¿Qué
implica esto? Demasiadas cosas pero, fundamentalmente, una: lo más contrario al
cambio es el compromiso. El compromiso a largo plazo ha dejado de ser, por
desgracia, algo natural. Ya no se trata de correr lo más rápido que se pueda
para quedarse en el mismo sitio, como en Alicia. Más bien es al contrario;
aunque uno se quede quieto, nunca estará en el mismo sitio.
Pongámonos
en la mente de un adolescente, de un joven. En su cabeza giran las siguientes
cuestiones: sacrificarme con los estudios cuando no sé si esta carrera me
servirá para ganarme la vida; formarme como persona, con unos valores, cuando
lo que ahora se contempla como valioso, mañana puede que no lo sea.
Ante
estas reflexiones caben distintas posturas:
-El
cobarde, que negará que la sociedad vaya por esos derroteros; se enrocará y
seguirá haciendo lo de siempre para terminar fracasando. Un peligroso Allie
Fox, en su peculiar costa de los mosquitos.
-El
ideólogo, que no ha dado clases en su vida y que no sabe lo que es un niño, que
tomará decisiones equivocadas por creerse en posesión de la verdad. Un
peligroso doctor House que no toma su dosis de Vicodin.
-El
aventurero, que se lanzará a modificar lo establecido sin un plan claro y
contrastado. Un peligroso profesor Keating que diera clases de experimentación
química en lugar de literatura.
La
solución no es fácil pero, en todos los casos, pasa por lo siguiente:
-Como
indica Z. Bauman hay que invertir inversión, talento e investigación en
propiciar metodologías que fomenten mentalidades abiertas. Recomiendo aquí leer
su metáfora sobre los misiles antiguos y modernos.
-Es
necesario formar a los profesores en lugar de echarles la culpa de todo. Y
formarlos, especialmente, en la gestión de las emociones. Un aula es una olla a
presión de sentimientos dispersos y contradictorios.
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