Existen
numerosas críticas sobre esta película británica dirigida, en el año 2006, por
Stephen Frears. El marco de arranque es sumamente sugerente. Un Tony Blair
recién llegado al gobierno británico, la muerte de la princesa Diana y la
actitud de una reina, Isabel, que alejada de su pueblo en Balmoral, decide
guardar silencio, como respuesta, ante el eco mediático de conmoción colectiva
que la muerte de la princesa del pueblo está causando en su país y en el mundo
entero.
The
Queen ofrece numerosas lecturas. Creo que esta cinta no sería tal sin la
magnífica actuación de Helen Mirren, en el papel de la reina Isabel, el guión
magistral de Peter Morgan o el trabajo sólido, por primera vez, de Stephen
Frears.
Sugerente
es mostrar la separación de dos mundos, condenados, a priori, a chocar entre
ellos, con el uso de diferentes planos de cámara, paisajes, ambientación y
diálogos: el de Tony Blair, moderno y con futuro; el de la reina, pasado y sin
expectativas. Y digo a priori por que la cinta relata, con honestidad, el giro
de esos dos paradigmas para confluir en una alianza pragmática –muy british- al
menos.
Pero
el objeto de esta entrada no es realizar una reseña más de esta película.
Quisiera analizar sólo una escena que me
parece un resumen magnífico no sólo de la película sino de la enseñanza
política que podemos obtener de la misma. La escena tiene lugar al inicio de la
cinta.
La
reina Isabel está siendo retratada. El lienzo, la refleja de perfil. Típica imagen
que indica que uno es mirado, observado, adulado, o lo que se quiera añadir pero,
que en todo caso indica, también, que el observado no mira a los demás y que se
mantiene al margen. Mientras es retratada, la reina mira la televisión. Informan
sobre Tony Blair que ha acudido a votar en compañía de su familia.
Terminado
el retrato, la cámara toma un primer plano del rostro de la reina. La quietud
del semblante parece reflejarnos el lienzo. Pero no es así. El rostro de la reina
se gira y mira directamente a la cámara. El rostro de perfil se gira para dejar
de ser mirado y dedicarse a mirar.
La sociedad
de la transparencia, nuestra sociedad, no entiende esa posición de perfil ajena
a lo que ocurre. Mantenerse en esa actitud –en el caso de la reina, ese guardar
silencio sobre la muerte de Diana- es interpretado como sospechoso. El que no habla
es porque algo esconde. Las nuevas tecnologías no han hecho sino aumentar esa sensación.
Mantenerse
de perfil es no hablar, no dar la cara. La sociedad, desconectará de esos personajes
para ponerlos en duda. Especialmente, si son responsables políticos. La estrategia
del silencio y esperar a que escampe ya no es válida. Hay que mirar a la cámara
de frente, dejarse preguntar y hablar. La reina lo supo hace muchos años.
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