A
Santiago se puede llegar de diferentes maneras. Creo que hay siete caminos
distintos para hacerlo y, al mismo tiempo, distintas maneras de recorrerlo
aunque la experiencia de realizarlo andando puede que sea la más enriquecedora.
Sin
duda, hoy en día, hay tantos Camino de Santiago distintos como personas se
disponen a hacerlo aunque negar su esencia –una peregrinación espiritual-
sería, al menos, una demostración de escasa formación intelectual.
El
que es peregrino lo es porque deja su entorno natural para acercarse a un lugar
en el que es extraño. De ahí la alegría que se experimenta cuando se ve, ya
cerca, el Monte del Gozo. Santiago dará ese abrigo necesario al que está fuera
de su hogar.
Sentirse
fuera de casa une a las personas que se encuentran en la misma situación vital.
De ahí que la solidaridad entre los peregrinos sea otra de las características
esenciales del Camino.
Basta
con hacer el Camino una vez para descubrir que cuando tienes una necesidad, la
gente te socorre sin preguntarte cómo ha podido ocurrirte eso o qué o quién es
el culpable de la situación creada. Cuando sucede una desgracia, lo primero es
el auxilio.
La
gente de Galicia sabe esto desde siglos. Es un pueblo que ha dado sustento y
cobijo a millones de personas que han realizado ese Camino. Sentirse extraño une;
atender esa extrañeza, hace que un pueblo sea grande. Por eso, el pueblo gallego
es un pueblo sabio.
Cuando
la desgracia es perder la vida, camino de Santiago, sólo cabe actuar al modo gallego,
con corazón grande. Buscar quién o qué tiene la culpa, en ese preciso momento, golpea
a patadas la sabiduría para dar paso a los buitres.
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