Hay
frases que suelen repetir los padres que deben ser interpretadas, de manera
adecuada, por los hijos. Suelen ser frases hechas que muestran, en definitiva,
el cariño incondicional que se tiene por ellos.
Sin
embargo, y a fuerza de repetirlas sin más, creo que pueden convertirse en un bumerán
que nos golpee en la frente con los años. En educación, para bien o para mal,
el tiempo es el mejor o peor aliado.
Frases
como: tu única obligación es estudiar, te apoyamos en todos tus sueños,
aprovecha el tiempo para que el día mañana seas alguien, estudia que nadie
regala nada, etc. Insisto: está claro lo que queremos decir con ellas; nos
preocupan los hijos e intentamos acertar y obrar con rectitud.
Pero,
escarbando un poco, quizás descubramos que, de rebote, o sin él, puedan
significar y conseguir lo contrario de lo que se pretende.
Si
el estudio es la única obligación, empequeñecemos al ser humano; si apoyamos
sueños imposibles, nos lo echarán en cara cuando no lo consigan; el tiempo se aprovecha
para ser útiles a los demás y sé es alguien si uno es bueno; estudiamos para
regalar a los demás lo que hemos aprendido con esfuerzo.
Wittgenstein,
tan brillante pensador como difícil de descifrar su pensamiento, afirmó que los
límites del mundo son los límites de nuestro lenguaje. Cuando ese lenguaje se
ha vuelto hueco, lleno de frases hechas, y sin contenido, los que se verán
limitados serán los hijos.
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