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domingo, 3 de junio de 2012

Edith Stein y los modelos educativos

Dentro de unos días me veo expuesto a dar una conferencia sobre cuestiones fenomenológicas en un prestigioso centro universitario. Reto difícil cuando no se tiene una especial formación filosófica en ese campo y cuando el público, que tendrá la bondad de escucharme, sabe más que uno en esos temas. Quizás me salve de un posible fracaso que la sesión tiene como objetivo acercar el hecho fenomenológico al mundo de la educación de los valores. Los valores son vivenciales. Una enseñanza exclusivamente racional de los mismos está destinada al fracaso.

Estando en estas preparaciones, entra en mi campo de trabajo la vida y obra filosófica de Edith Stein, hasta entonces desconocida en mi formación filosófica. He encontrado poca literatura traducida al castellano sobre esta mujer en la que converge un itinerario biográfico apasionante: filósofa -discípula de Husserl- judía, católica, carmelita y fallecida en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial.

Para comprender a Edith Stein, compilación dirigida por Urbano Ferrer y editado en Palabra, es el libro que me ha servido para curar mi ignorancia y, quizás, darle algo de nivel a mi futura y atrevida conferencia. A lo largo de nueve capítulos se desgrana en el libro el legado humano, filosófico y espiritual de Edith Stein, canonizada en 1998 por Juan Pablo II.

Especial interés ha tenido, para mí la lectura, del capítulo 6 La noción de tipo como base para una nueva filosofía de la cultura, elaborado por Feliciana Merino Escalera. Intentaré explicar el por qué.

Para Stein, la noción de tipo aplicada al ser humano hace referencia a la posibilidad de que éste puede ser conformado desde el exterior a través de una serie de impactos sociales o ambientales. Otro significado, más habitual, es considerar como tipo una forma arquetípica de ser, es decir, la representación individual o conceptual de algo general (Cfr. Página 255)


Dado que el ser humano es único e irrepetible, resulta inviable reducirlo a una estructura típica. Aún en los casos en los que esto se ha intentado usando la violencia desmedida como arma configuradora, siempre le ha quedado al ser humano la capacidad de su libertad interior para tomar una actitud  personal ante los hechos que le ultrajan. Recordemos, en este punto, que la brutalidad ejercida en los campos de concentración no pudo anular la especificidad de miles de seres humanos que supieron enfrentarse a la barbarie con la cabeza bien alta.

Para Edith Stein, el hombre no es reducible a la comunidad a la que pertenece; pero esta evidencia no es óbice para afirmar que la tipología tiene una especial importancia en la configuración del sujeto. El ejemplo propuesto por la propia Edith Stein, y glosado con acierto por Feliciana Merino, del movimiento excursionista juvenil de la Alemania de entreguerras servirá de hilo conductor para apuntar una idea que puede resultar de gran utilidad en la formación de los jóvenes, en particular, y de todos, en general.

Los jóvenes de ese movimiento poseen una tipología con características comunes, tanto internas como externas. Las externas son más fáciles de mostrar: un modo de vestir, un modo de peinarse, el gusto por las excursiones y la naturaleza. Las internas harían referencia a una actitud común frente a la vida industrial y urbana de la época, un estilo de vida frente a la naturaleza, una visión concreta de la vida buena y saludable.

Un joven excursionista auténtico hace suyas esas características. Un joven excursionista ocasional –o no auténtico- no sería distinguible del otro a simple vista pero, es claro, que ese tipo de vida no se da de forma efectiva en su ser. En ambos casos, la fuente de determinación es exterior, aunque en el ejemplo del excursionista auténtico, esa exterioridad acabe interiorizada y afecte a su personalidad. Para el excursionista ocasiona mimético –ocasional- la fuente de su aspecto social consiste en la imitación de alguien sin comprender su estructura valorativa, es decir, sin adherirse a ella y, por ello, no le configura (Cfr. Página 257)

En el caso del excursionista auténtico, los factores externos que rodean a su persona le brindan la oportunidad de que tome postura ante ellos. Su respuesta, ese tomar postura, enriquece su universo personal.

La reflexión de Stein continúa porque este desarrollo fenomenológico necesita ajustarse a las exigencias metafísicas –necesarias- de la concepción de la persona. Sin embargo, lo que quisiera que fuera objeto de la reflexión de este Post ya está concretado.

La sociedad actual no ofrece tipologías claras de ningún tipo; ni siquiera las negativas, aquellas que pretenden buscar la creación de grupos indeseables o destructivos, consiguen anular el engordado individualismo que nos define como sociedad.

Los jóvenes crecen sin referentes claros con los que poder tomar partido, como ocurre en el caso de nuestro excursionista auténtico. Y este es el acierto de Stein a la hora de entender la importancia de los tipos sociales. Lo importante no son los modelos que se ofrecen sino lo que estos posibilitan. La salida de la soledad del yo para dar el paso al compromiso. Esto solo es posible desde tipologías que emerjan de la comunidad.

Cuidemos los aspectos externos de la vida familiar creando ritos visibles para los hijos: cenar juntos, dedicar un día a tareas en la casa, que la casa tenga su olor característico, etc. No muchos, pero si los suficientes para que los hijos se sientan parte de una familia y no de un hotel; algo así le ocurría al excursionista auténtico.

Cuidemos los aspectos internos de la vida familiar creando estructuras de pensamiento; hasta los Corleone cuidaban estos aspectos cuando, por ejemplo,  prohibían hablar de negocios en las comidas. No hablar mal de nadie nunca, saludar al entrar o salir de casa, respetar los tiempos de estudio, etc. No muchas pero si los suficientes para que lo hijos se sientan parte de una familia y no de un club social.

Aspectos externos e internos harán que la familia sea un referente en la vida de los hijos. Las familias que dan todo a los hijos hecho y fácil no crean referentes con los que merezca la pena involucrarse. Así, fabricamos aislados hijos egocéntricos.

2 comentarios:

  1. Muy interesante la síntesis, siempre le he tenido miedo a la fenemología, pero con la salvedad que haces, que la identidad de la persona se base en su razón metafísica como irrepetible y única me quedo tranquilo con Stein y la fenomenología vista así.

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  2. Gracias, Manuel por tu comentario. Ciertamente el reto de Stein de conjugar fenomenología con una visión metafísica de la persona es loable y valiente. Stein es una filósofa que merece ser rescatada a la vida intelectual de este siglo.

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