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sábado, 29 de septiembre de 2012

El sentimiento independentista y las relaciones de poder


El discurso no es más que una determinada manera de representar los acontecimientos. Sin embargo, y esto es lo esencial, construimos nuestra identidad a remolque de ese discurso.
 
Esta afirmación de Foucault puede ser confusa y de difícil interpretación. Intentaré poner un ejemplo para aclararla. Detrás de toda afirmación hay, por ejemplo, una autocensura previa que es lo que se denomina lo políticamente correcto. Salirse de ese marco es caer bajo la crítica despiadada. Al mismo tiempo, ese esquema previo de lo políticamente correcto está tan instalado en nuestra psique que, en cierta medida, nuestra personalidad se configura bajo esos parámetros.  

Ejemplo: La violencia en el seno familiar es violencia de género. Afirmar lo contrario es inmolarse ante los demás porque te destrozarán vivo. El discurso dominante es ese: es violencia de género. Si te sales de ese marco, debes ser destruido; al menos, metafóricamente. Y, al mismo tiempo, terminaremos haciendo propio ese discurso porque no nos queda otra. Nos construimos nuestra propia personalidad siguiendo ese juego impuesto.

Los discursos, por otra parte, generan relaciones de poder. Manda quien crea el discurso y lo socializa entre el mayor número de personas. Antiguamente, el poder se ejercía por un monarca absoluto que castigaba con la violencia. Ahora, detestada la violencia, todo es más sibilino.

Del poder que castiga hemos pasado al poder de definir a los demás como extraños a nuestro grupo porque no usan nuestro propio  discurso. Si eres un extraño, quedas expulsado del grupo y anulado. Por ejemplo, si dices que eso es violencia en el seno familiar, eres un facha. Simple pero eficaz. 

No escribo estas líneas para referirme a la violencia de género –o violencia en el seno familiar; quién sabe- sino para referirme a lo que no es más que la utilización de esta teoría del discurso  para, por ejemplo, disfrazar de sentimiento independentista aquello que, simplemente, no es mas que un discurso estructurado para mantener una estructura de poder que no es otra que el nacionalismo.

Dejando a un lado las siempre difíciles consideraciones de Foucault podríamos  afirmar, sin más, que de lo que se trata es de construir un discurso inteligente y estructurado –la independencia es un sentimiento- de tal manera que sea difícil salirse de él si no quieres ser “destruido” o acusado, al menos, de traidor.

En este punto, por ejemplo, es sintomático que muchos defensores de la independencia de Cataluña no hayan nacido en Cataluña y sean, por ejemplo, andaluces o descendientes de andaluces. Es tanta la dependencia que tenemos de un discurso superior que conforme nuestra identidad -para sentirnos parte de un todo- que ocurren estas cosas que parecen inexplicables. No lo son. Es algo muy humano.

El nacionalismo –cualquier nacionalismo- sabe que un discurso dominante genera relaciones de poder y dependencia. La retroalimentación está servida y la solución no es fácil.

Anteponer a independentismo el discurso de la Constitución puede resultar una solución para frenarlo pero, en definitiva, no es solución ninguna. Cuando un discurso choca contra otro, las dos partes se identificarán más fuertemente con su público y no habrá manera de arreglar nada. Tampoco lo arregla esto el diálogo o el consenso. No es posible entre dos discursos tan enquistados. 


¿La solución? Creo que la dará el propio transcurso del tiempo. Y, para no complicar más las reflexiones, intentaré explicitarla con un ejemplo aludiendo a Truman, protagonista de El show de Truman.

En su ignorancia, tiene al menos claras dos cosas: quiere viajar y siente nostalgia por esa chica de la que se enamoró y de la que nunca más supo. Viajar acerca los discursos y elimina las aritas. Relacionarse con los demás –gentes de otras regiones- dulcifica las diferencias.

En definitiva, los nacionalismos quieren construir un muro ficticio para que no haya mezcolanzas. Estoy convencido de que las nuevas generaciones –si la clase política no lo rompe todo antes- dejará a un lado estas “tonterías” Un joven del siglo XXI querrá heterogeneidades y no homogeneidades.

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