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jueves, 6 de septiembre de 2012

Emprendedores: El valor añadido


La cultura de la subvención engendra una cultura de la gratuidad. Si a esto unimos el escaso respeto que hay hacia la propiedad intelectual en numerosos países, es fácil concluir que el asunto de las descargas ilegales –sean películas, música o libros- tenga difícil solución con medidas exclusivamente restrictivas.

Internet es un campo difícil de vallar. Puesto un impedimento –clausura de páginas Webs- surgirán, con gran facilidad, nuevas portales que se salten esas barreras de tráfico.

Sin duda, este escaso respeto por la autoría intelectual es, en primer lugar, una cuestión de orden ético o moral. Pero quisiera centrarme, al menos en este Post, en una reflexión que pueda servir como intento de solución a ese asalto continuo que sufren músicos, cantantes, escritores. Y, de paso, ampliar la misma hacia el mercado laboral o algo tan dispar como puede ser la calidad de una institución educativa; por ejemplo, una universidad.

El Impuesto sobre el Valor Añadido, el denostado IVA de nuestra actualidad, puede servir como ejemplo gráfico. No cabe otra que idear la manera de que las producciones artísticas, la versatilidad de un perfil profesional o la excelencia de una institución educativa posean un valor añadido.

Y no me refiero, lógicamente, al aumento de precio. Pongamos un ejemplo para aclarar la cuestión. Un libro. Muchos compradores habituales de este bien cultural se resisten a descargarse el mismo para leerlo en un dispositivo electrónico. Y, esto, por los motivos que sean: dificultad de adaptarse al uso de las Nuevas Tecnologías o por el apego sensorial que supone tener un libro entre las manos, pasar las páginas, olerlo o subrayarlo.

Para estas personas, el libro en sí posee ya un valor añadido que va más allá del hecho de leerlo. Por eso, lo compran. Sin embargo, para muchas eso no es así y por eso prefieren descargárselo y gratis, claro. Esta cuestión no es fácil pero o los escritores o las editoriales dan a un libro un valor añadido o el sector del libro –cualquier otro- no levantará cabeza nunca.


Un ejemplo real. Pedro J Ramírez y su última publicación El primer naufragio. Ha dedicado su libro, de puño y letra, a cientos –seguramente miles- de personas. ¿Cómo lo ha hecho? Divulgando por Twitter su disponibilidad a dedicarlo a quien quiera.  

Profundicemos. No sólo así ha vendido su producto. Le ha dado un valor añadido. Para muchas personas, es un gran honor personal que Pedro J les firme su libro. Así lo conocen, pueden charlar con él un rato, etc. Y el valor añadido, una vez puesto en marcha, se activa hasta el infinito.

El valor añadido promovido por Pedro J ha creado comentarios e incluso críticas –sólo habla de su libro-consiguiendo así que su valor añadido cobre mayor notoriedad. Interesante es, por seguir con nuestro personaje, el éxito de El Mundo en su versión digital. La prensa o aporta valores añadidos nuevos o perecerá también, El Mundo Orbyt es un Campus virtual que ofrece mucho más que información.

¿Qué pueden hacer los músicos? Un CD de un músico o grupo de calidad supone meses y meses de trabajo. Realizado el producto, se pone a la venta. La gente se lo descarga. Gratis, claro. Descomunal injusticia para el autor. No queda otra. O a un CD se le da un valor añadido o nos quedaremos sin creación musical. ¿Cuál? Asumamos esta necesidad o no será posible encontrar respuesta alguna.

Lo mismo ocurre con el mercado laboral. Si no aportas al trabajo algo más que lo que se supone que debes aportar –por ejemplo, un profesor universitario que da sus clases  y ya- el futuro profesional se llenará de nubarrones.  

Conozco a prestigiosos profesores que dan sus clases y organizan debates cinematográficos en sus universidades que llenan aulas y provocan colas para poder entrar. Eso es valor añadido.

Colegios que poseen proyectos de inglés consolidados, universidades punteras en investigación, colegios mayores expertos en orientación profesional, poseen valor añadido. 

Las ideas, esto del valor añadido es eso, una idea, pueden ser fáciles de plasmar. Más difícil es ponerlas en práctica con solvencia. Cuando oigo hablar de emprendedores, siempre pienso que un emprendedor será aquel que sea capaz de hacer aterrizar esta propuesta.

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