El
cine ofrece una gran variedad de personajes atormentados, perseguidos por un
pasado que necesita ser redimido. Walt Kowalski en Gran Torino, Oskar
Schindler en La lista de Schindler, Michael Corleone
en El Padrino III.
En
cierta manera, los tres consiguen liberarse de la carga pesada de sus actos si
bien de distinta manera. Walt da su vida por sus vecinos; Oskar
salva la vida de cientos de judíos; Michael pierde a su hija como precio
a pagar por sus crueldades.
Algunas
escenas de estas películas ofrecen momentos emblemáticos en los que la
necesidad de perdón se hace patente para demostrar, en definitiva, que las tres
cintas no son más que una excusa para urdir una trama en las que la necesidad
que todos tenemos de sentirnos perdonados sea el motivo que mueve al director a
coger su cámara para contarnos una historia.
Oskar
Schindler conversa con el atormentado Amon Goeth. Oskar no
sabe como parar los continuos asesinatos del dirigente nazi. Amon no
sólo es un asesino. Es déspota e imprevisible. Su personalidad le lleva a
ejercer la brutalidad en función de sus desequilibrios y obsesiones. Cuando una
de estas inestabilidades se activa matará, sin piedad, al que tenga más
cercano.
Ambos
charlan sobre la esencia del poder. Amon afirma que se tiene poder
cuando se tiene la capacidad de matar. Oskar le corrige y lleva el
terreno de la conversación hacia donde le interesa. Sujetar la peligrosa
personalidad de Amon.
-Oskar:
Poder es cuando tenemos justificación para matar y no lo hacemos. Es lo que
tenían los emperadores. Un hombre roba algo. Le conducen ante el emperador. Se
echa al suelo ante él e implora clemencia. El sabe que va a morir. Pero el
emperador le perdona la vida. A ese miserable. Y deja que se vaya. Eso es
poder, Amon.
Oskar
es inteligente y usa esta estrategia para convencer a Amon de que el
poderoso perdona y no mata. La lógica es sencilla. Sólo puede perdonar aquel
que no gana nada al hacerlo porque, en definitiva, no lo necesita. No perdonar
es debilidad.
Sin
embargo, detrás del argumento de Oskar se encierra una consideración más
profunda. Oskar vislumbra ya que su vida debe dar un giro absoluto. Su
conciencia le taladra por dentro. Lleva meses viviendo con la certeza de necesita
perdón. La necesidad de perdón ronda su inteligencia. Por eso, le sale de modo
natural usar ese argumento ante Amon. Este matiz psicológico se olvida
cuando se analiza esta película.
Giremos
hacia Michael Corleone. Conversa con el arzobispo Gilday.
Éste, por su mala cabeza e ingenuidad, se encuentra ante un desfalco económico
de enormes dimensiones. Pide la ayuda de Corleone. Michael se la
ofrecerá a cambio de participar, de manera mayoritaria, en el accionariado de Inmobiliare. La
conversación se cierra con una nueva alusión a la importancia del perdón.
-Arzobispo
Gilday: Tengo la impresión de que hoy en día el poder para absorber deudas
es mayor que el poder del perdón.
-Michael:
monseñor, no sobreestime el poder para perdonar.
Michael
ha dado un giro esencial. Ya no es suficiente con lavar el nombre de su
familia. Sabe que esto sólo será posible cuando su vida quede redimida. Salta
como un resorte cuando escucha del arzobispo esa alusión hacia la banalización
del perdón en la vida de las personas. Él, el hombre más poderoso del mundo,
sabe que el verdadero poder lo tiene aquel se sabe perdonado y no tiene una
conciencia llena de agujeros.
Oskar
es infiel a su esposa. Michael ha matado a su propio hermano. Es
sintomático que el giro de estos personajes se inicie con aquello que tienen
más cercano. Oskar pedirá perdón a su mujer. Michael le dirá a su
hija que ardería en el infierno para mantenerla a salvo. Kowalski intentará
un acercamiento con sus hijos al saberse enfermo y confesará que no ha sido un
buen padre.
Intentado
recoger argumentos. Tres grandes películas, quizás, porque tratan un tema que
triunfa con la misma facilidad con que es barrido de la vida cotidiana. La
filosofía del perdón necesario. Empezando con lo más cercano.
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