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martes, 7 de agosto de 2012

Educar la mente sintética

La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos

Todd Anderson –uno de los alumnos protagonistas del El club de los poetas muertos- tiene serios problemas personales. No sabe quién es ni lo que quiere. Sinceramente, creo que sus problemas se agravan porque se equivoca en su análisis.

Confunde los efectos –sus problemas- con la causa de los mismos. Esta no es otra que la falta de cariño por parte de sus padres.  Mientras no asuma esa realidad, no soltará lastre ni asentará su vida.

Lo único útil que hace el afamado profesor John Keating –por cierto, un peligro de profesor y dañina película para el público adolescente- es zarandear la pasividad de Todd Anderson por medio de la poesía.

Emblemática es la escena en la que un nervioso Anderson sale a la pizarra y es obligado por Keating a expresarse sin inhibiciones (Un estilo freudiano que lo empeoraría de sus males; pero, en fin, no deja de ser una película) Todd encuentra su camino liberador por medio de las metáforas.
 
 


La metáfora, como bien indica Howard Gardner en Las cinco mentes del futuro, ayuda a dar vida a los conceptos. Los conceptos bien elaborados sobre uno mismo posibilitan el situarse en la vida porque uno descubre quién es.

Las imágenes, las metáforas y los temas impactantes ayudan a educar la mente sintética. Intelectuales como Adam Smith usaron estas construcciones para explicar verdades tan complejas como la regulación de los mercados: la mano invisible que los estructura.

Lo mismo ocurre con las narraciones. Guerra y Paz no hubiera sido posible si León Tolstói no hubiera tenido esa portentosa mente sintética.

En un Post anterior se intentó explicar la necesidad de formar a las nuevas generaciones en este tipo de mente. Los ejemplos mencionados son maneras de conseguirlo. El problema surge cuando en la escuela, el trabajo de los alumnos –especialmente los de Primaria- está supeditado al material que proporcionan los libros de textos.

No critico esos materiales. Son necesarios pero necesitan actualizarse a las necesidades de esta nueva sociedad en la que vivimos. ¿Por qué? Para tener una mente sintética, hay que ponerse a hacer síntesis. Los libros de textos –o quizás el profesor que se limita a este material como único método de enseñanza- ya tienen elaboradas esas síntesis. 

Así, volvemos a lo de siempre. Un alumno aburrido que memoriza lo que le ponen por delante cuando debería ser él el que elaborara ese material –sintetizar- que debe aprender.

Dejemos las redacciones aburridas de lo que ha hecho tal niño en verano. Pidámosle que realice una narración sobre sus vacaciones. Dejemos de preguntar qué es lo que más le ha gustado de esa lectura obligatoria. Preguntemos mejor si podríamos decir del protagonista si tiene dientes sudorosos.



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