La
opinión pública puede ejercer una fuerte presión sobre los gobiernos;
especialmente cuando estos se ven acorralados por situaciones límites. Una de
ellas, sin duda, es la presión que, sobre las democracias, ejercen las bandas
terroristas.
Todo
grupo terrorista sabe que su fuerza estriba en dos polos que deben activarse al
unísono: el pánico entre la población y la debilidad de un gobierno ante ese
pánico de los ciudadanos. Conseguido esto, el sistema o bien se regenera o cae
en la corrupción como solución falsa.
Quizás
este sea el tema de fondo de esta gran película dirigida en el año 1993 por Jim
Sheridan. 5 de octubre de 1974. Un brutal atentado del IRA en un pub londinense
se salda con cinco muertos e infinidad de heridos. La presión social contra el
gobierno británico es absoluta. La policía confunde el encontrar culpables con
descubrir la verdad. La injusticia estará servida.
La
trama de la película, su desenlace, es bien conocida por todos. Por eso,
quisiera centrarme en la relación que Giuseppe mantiene con su hijo Gerry. Creo
que es lo más conseguido de la propuesta cinematográfica de Sheridan.
Es
superficial afirmar que Giuseppe es un gran hombre y su hijo Gerry un vulgar
gamberro y que éste sea el motivo de la mala relación inicial entre ambos. La
cuestión es más sencilla y profunda. Sí. Lo sencillo no sólo acerca la verdad
sino que la hace interesante.
Ambas
descripciones son ciertas pero no es ese el motivo de la distancia entre padre
e hijo. Gerry sabe que su padre tiene razón. La humildad verdadera no es
cobardía. Perdonar a aquellos que te persiguen es revolucionario. Gerry,
rebelde sin causa, no soporta ver reflejada en la forma de ser de su padre la
mentira de su vida. Por eso no puede convivir a su lado.
La
situación carcelaria –recordemos que casi la familia en pleno es encarcelada
injustamente- le hará comprender a Gerry que su padre es un gran hombre. ¿Cuál
es la clave de este descubrimiento? ¿La calamidad familiar que les une? ¿Verse
desesperado por estar en prisión? ¿El miedo? Nada de eso.
Simplemente
-casi nada- su padre ha seguido siendo el mismo pese a las circunstancias. Esa
es la gran enseñanza de Giuseppe como buen padre. En lo fundamental, creencias
y virtudes, no se ha movido ni un ápice.
Las
relaciones entre padres e hijos se vienen abajo cuando los padres, por
contentar a sus hijos y suplir así otras carencias –principalmente la
dedicación de tiempo- ceden en lo que no se debe ceder nunca: cómo debe vivir
uno la vida con dignidad sin dejar que las circunstancias arruinen las
creencias.
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