La primera
mente que recoge Howard Gardner en su propuesta sobre las cinco
mentes del futuro es la mente disciplinada. El nombre puede conducir
a error a la hora de definir esta propuesta. Intentemos explicarlo recurriendo
a un sencillo ejemplo.
En
cuanto a los resultados académicos – no entremos en el por qué- es fácil
dividir a los alumnos en tres tipos. Los que no hacen nada, los que repiten sin
más lo estudiado de memoria, los que son capaces de ir más allá de lo
memorizado y contextualizan su saber. De estos últimos, afirmará Gardner que
tienen una mente disciplinada. En nuestro sistema educativo, una mente
disciplinada brilla por su ausencia.
¿Por
qué tantos estudiantes, pese a las iniciativas mejor motivadas, siguen pensando
de manera errónea o inadecuada? (Cfr. Las cinco mentes del fututo,
Howard Gardner, Paidós)
La
respuesta es sencilla. En los colegios, institutos, incluso en las
universidades, se estudian materias y no disciplinas. Las materias
están destinadas a ser memorizadas sin más. Las disciplinas obligan a
contextualizar el saber. Esta diferenciación es clave para entender los pobres
resultados de nuestro sistema educativo.
También
ciencias como matemáticas, física, química, se estudian de memoria. Si le pones
en un examen a un alumno un problema algo distinto a lo explicado en clase, no
se habrá qué hacer con él. Bueno, sí. Le dirá con desparpajo al profesor que
eso no lo ha explicado. Así estamos de nivel.
Formulemos
otro ejemplo siguiendo la propuesta de Gardner. Comprender la naturaleza
de una guerra civil no es equivalente a saber las fechas de las batallas en que
se enfrentaron los norteamericanos en el siglo XIX o los españoles en el siglo
XX: hay que juzgar si las batallas libradas en Vietnam durante la década de
1960 o los conflictos de Ruanda en la de 1990 deben considerarse ejemplos de
guerras civiles. (Ibidem, Las cinco mentes del futuro)
Eso
es lo que hace una mente disciplinada. Quien la cultive, ganará
el futuro. La clave es cómo potenciarla entre los alumnos en un sistema
educativo repleto de pruebas de control externo –por ejemplo, la selectividad-
que sólo mide la triste capacidad memorística de los alumnos.
Los
alumnos memorísticos serán presa fácil de demagogos y charlatanes, y, esto, en
el mejor de los casos. Los que ni siquiera memorizan, no ganarán para
desgracias.
Se
hace necesario plantear en las aulas –a todos los niveles- situaciones de
comprensión. Este es el camino adecuado para que los alumnos no sean
analfabetos de sus propias materias de estudio.
¿Cómo
crear situaciones de comprensión? Cambiando los modelos de exámenes.
Puedo explicar y preguntar, sin más, el método socrático. Flaco favor
intelectual que se hace al alumno. O puedo apostar por el futuro mejor de ese
alumno y preguntarle por qué la conversación entre los protagonistas de
Descubriendo a Forrester –gran película- es socrática en su esencia.
La mente
disciplinada, por otra parte, echa por tierra los inútiles esfuerzos que
se dedican a motivar a los alumnos. Afortunadamente. El hecho de lograrla
genera el deseo de ampliarla. Quien huele el misterio del saber, querrá más. No
hay otra manera de motivar.
Si
descubres que tal película es socrática, sentirás un deseo irreprimible de
encontrar más ejemplos.
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