El nihilismo puede
ser divertido como construcción teórica. Llevado a la vida real, es letal para
un adolescente.
Nunca
he entendido las alabanzas educativas que siempre ha recibido esta película dirigida
en 1989 por Peter Weir. No culpo de esto al director australiano.
Esta película así como otras como El show de Truman o La costa de los
mosquitos son apuestas ingeniosas para la reflexión antropológica.
Analicemos
las dos figuras educativas básicas en El club de los poetas muertos. El
profesor Keating y el padre del alumno Neil Perry.
Keating
usa como herramienta educativa de su asignatura la provocación. Cuestiona todo
aquello que los alumnos tienen como modelo a seguir: Tradición, Honor,
Disciplina y Excelencia.
Su
primer error es de orden valorativo: provoca para enseñar y no enseña para
provocar. Así, adoctrina. Los padres educan porque, afortunadamente y en la
mayoría de los casos, conocen la realidad que rodea la vida de sus hijos.
Cuando esto lo hace alguien que se desconoce la totalidad de la vida de un
adolescente, puede provocar serios daños vitales.
Su
segundo error es psicológico: desconoce que si a un joven se le ofrece romper
con sus obligaciones, tomará este camino porque es lo más cómodo. Los
adolescentes son utópicos y, al mismo tiempo, acríticos. Ofrecer la nada, en
lugar de las obligaciones, es peligroso porque, al final, mejor o peor, un
joven necesita que se le ofrezcan seguridades.
El
padre de Neil Perry es otro peligro. Cuestiona todo aquello que
va en contra de su visión de la vida. No quiere a su hijo sino que quiere verse
realizado en él.
Su
primer error es de orden afectivo. Se debe querer a los hijos no por lo que
hagan sino cuando no hacen lo que deben. Es la mejor manera de ayudarles a ser
mejores. Los hijos cambian cuando quieren contentar a quienes les quieren. Lo
demás, son enredos psicológicos.
Su
segundo error es de orden pedagógico. A los hijos –a los alumnos- siempre hay
que ofrecerles salidas plausibles. No sólo cuando se equivocan. También cuando
quieran realizar sueños que, aunque no sean realistas, no hacen daño a nadie.
Perry
prohíbe, sin posibilidad de acuerdo, a su hijo que haga teatro. Lógicamente, Neil
recurrirá a la mentira para hacerlo.
Perry
ahoga la vida de su hijo porque quiere que llegue lejos. ¿Por qué? Porque el no
lo ha conseguido. Perry olvida que la vida de los hijos no son los padres.
Las
dos –padre y profesor- por motivos diferentes, cometen el mismo error: romper
con la realidad sin ofrecer nada a cambio. El nihilismo puede ser divertido
como construcción teórica. Llevado a la vida real, es letal para un
adolescente.
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