-Mata
a mujeres.
-No.
Eso es circunstancial.
No
creo que el Doctor Hannibal Lecter esté encaprichado de la joven Clarice.
El silencio de los corderos es una propuesta inteligente y, por tanto,
esa apreciación sobre su protagonista, Hannibal el caníbal, es sumamente
superficial.
Más
bien, Lecter codicia lo que no ve cada día y, por eso, agradece las
visitas de la agente del FBI. No desea a la joven sino que desea el propio
hecho de desear.
Entremos
en cuestión. Lecter ayudará a Clarice en su búsqueda de Buffalo
Bill. Lo hace al modo socrático –preguntas y respuestas encadenadas- y
exigiendo de la joven el compromiso del quid pro quo, algo a cambio de
algo.
Lecter
le ayudará si y sólo sí Clarice le desvela sus secretos más íntimos. De
ahí el nombre de la película y la línea argumental de la propuesta del director
Jonathan Demme.
La
escena que traemos a nuestro análisis es emblemática. Por eso, hemos
reproducido el guión de la misma al inicio de este Post. Lecter se desespera
pues Clarice contesta con obviedades.
Es
circunstancial que Buffalo Bill mate a mujeres. Clarice es incapaz de
comprender semejante atrocidad de afirmación. Lecter la instruye y, por eso, le
recomienda leer a Marco Aurelio. De cada cosa, debemos preguntarnos que es en
sí misma, cuál es su naturaleza; o, dicho, de otra manera: que necesidad cubre
Buffalo Bill matando a mujeres.
Codiciamos
lo que vemos cada día. Esta será una nueva pista que Lecter otorgará
a Clarice. Buffalo Bill mata por codicia. Como no se puede
codiciar aquello que no vemos a diario, Clarice comprenderá que Buffalo Bill
conocía a su primera víctima. Así, la trama queda despejada y el argumento
cerrado.
Creo
que este tipo de conversaciones se están produciendo en la actualidad entre los
ciudadanos y la clase política. Siguiendo con la escena propuesta, y solo como
metáfora argumentativa, -que nadie se ofenda- Clarice representa a la
clase política y Lecter a los ciudadanos. Buffalo Bill es la
corrupción.
Los
políticos deberían leer a Marco Aurelio y poner en marcha ese primer
principio que es la simplicidad. ¿Por qué hay corrupción?
No
vale con argumentar que los corruptos son minoría. Es cierto pero es
insuficiente. Eso es lo mismo que brindar porque cada vez muera menos gente en
las carreteras. Pobreza argumentativa que roza los límites del esperpento.
¿Por
qué hay corrupción? Por codicia. Es cierto pero insuficiente también. El
codicioso no actúa si sabe que su codicia quedará destapada.
¿Por
qué hay corrupción? Simplicidad en la respuesta: porque el corrupto se siente
impune.
Leamos
a Marco Aurelio. La única forma de terminar con la corrupción es
demostrando a los corruptos –a esos pocos- que el resto está dispuesto a tirar
de la manta siempre que sea necesario. Así, la impunidad desaparecerá como
desaparecieron los chillidos de los corderos que angustiaban a Clarice.
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