La
experiencia familiar –y docente, por otra parte- muestra y demuestra que narrar
no es un método adecuado para estimular la comprensión de los hijos o de los
alumnos. Como bien indica Don Finkel en su obra Dar clase con la boca
cerrada, por mucho que digamos a un niño que debe dejar la ropa sucia en el
cesto, nunca aprenderá que esa acción debe realizarse. Por eso, son
innumerables las veces que le insistimos en lo mismo. Resultado final: ropa en
cualquier sitio tirada y la paciencia de los padres derrumbada.
Decirle
que eche la ropa en el cesto no
significa que le hayamos proporcionado las condiciones para que pueda hacerlo. Narrar
es sencillamente ineficaz para enseñar las cosas que nos parecen más
importantes.
Esta
realidad es analizada de manera brillante por Don Finkel en este libro
que ofrece alternativas valiosas de cara a repensar y cambiar un modelo de
enseñanza –la clase magistral- que hace aguas por todos los sitios. Los
estudiantes no atienden gran parte de la exposición de un profesor en una
clase. ¿Por qué? Porque no pueden. Una concentración superior a veinte minutos
les supera.
Lo
mismo pasa con la educación de los hijos. Decirles lo que tienen que hacer no
es suficiente. ¿Qué hacer entonces? La lectura de este Dar clase con la boca
cerrada es muy recomendable para poder responder a tan importante
interrogante. No obstante, intentaré ofrecer un pequeño esbozo de alguna de las
recomendaciones señaladas por Finkel.
La
cuestión clave es provocar experiencias de aprendizaje en los niños. Esta
experiencia implica que el niño sea elemento activo en el proceso. Si el niño
se limita a escuchar, se aburrirá y no habrá aprendizaje posible. La escucha
siempre es pasiva. Si te pones con tu hijo a encestar la ropa en el cesto y le
das puntos por cada enceste conseguirás una experiencia de aprendizaje y más éxito
educativo que cien charlas de cómo hacerlo.
El
ejemplo es forzado pero útil. No se trata de que desaparezca el profesor,
menudo error. Se trata de cambiar de arriba abajo el modelo de enseñanza. No me
resisto aquí a apuntar lo siguiente. El uso de las Nuevas Tecnologías en el
aula está resultando un fracaso por que la clase magistral está siendo
sustituida por la clase digital y el aburrimiento, a la larga, es el mismo.
Volvamos
a Finkel. En el capítulo tres, Dejar que hablen los estudiantes, se
propone un sistema de aprendizaje basado en la comprensión que los alumnos
deben realizar de una lectura mediante la discusión de la misma entre ellos. ¿El
éxito de este método? Que los alumnos hacen su aprendizaje. El profesor
es un farol que alumbra los caminos.
Una
pequeña crítica a los presupuestos de Finkel. Demasiado escorado hacia las
tesis de Rousseau sobre el aprendizaje. El proceso educativo
debe estar rodeado de otros paradigmas valorativos que aquieten la desazón
propia de la adolescencia.
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