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sábado, 16 de noviembre de 2013

La justicia: derecho o comercio

John Locke (1632-1704) afirmó que la sociedad es fruto de un pacto entre los hombres; también sostuvo lo mismo Thomas Hobbes (1588-1679). Sin embargo, ambos pensadores sostuvieron propuestas políticas diametralmente opuestas.

La desconfianza en la naturaleza humana llevó a Hobbes a sostener postulados políticos totalitarios. Locke, por el contrario, fue un firme defensor del sistema democrático.

Locke nos hace imaginar al hombre en un estado presocial; el llamado estado de naturaleza. En esa situación descrita, el hombre vive en una completa libertad e igualdad. Dos derechos enmarcan la vida de esos supuestos individuos: el derecho a la propiedad privada y el derecho a castigar.

Forcemos el ejemplo para visualizar ese estado de naturaleza. Esos individuos viven en la selva. Por la costumbre de estar siempre en los mismos lugares, un grupo de ellos decide que la tierra que pisan, y en la que pasan sus días y sus vidas, es su tierra. Esto les lleva a considerar esa porción de tierra como propia. Si alguien ajeno al grupo entra en ella, defenderá su propiedad con el uso de la fuerza.

Para Locke, para todos, es evidente que ese estado, aunque pueda parecer idílico –libertad y propiedad- no lo es. Una vida, así concebida, degeneraría en un estado de guerra continuo y supondría, con el paso del tiempo, el exterminio de los más débiles.

La solución es el pacto. Un pacto para renunciar a ese derecho a castigar para ponerlo en manos de algunos;  de esta manera, se salvaguarda el derecho d todos a vivir una vida en paz y armonía. La división de poderes está así servida.


Hasta aquí perfecto. Visualizamos los componentes teóricos de cualquier sistema democrático: derecho a la propiedad, toma de acuerdos, separación de poderes, sistema judicial independiente, etc.

Sólo queda articularlo. Es decir, hacerlo posible. Es decir, que se pueda votar, que los poderes estén realmente separados, que se respeten los derechos y, en el caso que nos ocupa, que se pueda acceder a ese poder judicial independiente en igualdad de condiciones.

Si cedemos el derecho a castigar pero no poseemos medios económicos para que nos hagan justicia, porque esta deja de ser un derecho para convertirse en un comercio, los resortes democráticos de cualquier país se desmoronan.

Hobbes se equivocó. Somos capaces de ponernos de acuerdo para convivir. El problema surge cuando, tras hacerlo, nos quitan los instrumentos para hacer posible esa convivencia. El verdadero Leviatán, por desgracia, se hace presente cuando no se tiene dinero para ejercer un supuesto derecho.

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