John
Locke (1632-1704) afirmó que la sociedad es fruto de un pacto entre los hombres;
también sostuvo lo mismo Thomas Hobbes (1588-1679). Sin embargo, ambos
pensadores sostuvieron propuestas políticas diametralmente opuestas.
La
desconfianza en la naturaleza humana llevó a Hobbes a sostener postulados políticos
totalitarios. Locke, por el contrario, fue un firme defensor del sistema democrático.
Locke
nos hace imaginar al hombre en un estado presocial; el llamado estado de
naturaleza. En esa situación descrita, el hombre vive en una completa libertad
e igualdad. Dos derechos enmarcan la vida de esos supuestos individuos: el
derecho a la propiedad privada y el derecho a castigar.
Forcemos
el ejemplo para visualizar ese estado de naturaleza. Esos individuos viven en la
selva. Por la costumbre de estar siempre en los mismos lugares, un grupo de
ellos decide que la tierra que pisan, y en la que pasan sus días y sus vidas,
es su tierra. Esto les lleva a considerar esa porción de tierra como propia. Si
alguien ajeno al grupo entra en ella, defenderá su propiedad con el uso de la
fuerza.
Para
Locke, para todos, es evidente que ese estado, aunque pueda parecer idílico –libertad
y propiedad- no lo es. Una vida, así concebida, degeneraría en un estado de
guerra continuo y supondría, con el paso del tiempo, el exterminio de los más débiles.
La
solución es el pacto. Un pacto para renunciar a ese derecho a castigar para ponerlo
en manos de algunos; de esta manera, se
salvaguarda el derecho d todos a vivir una vida en paz y armonía. La división
de poderes está así servida.
Hasta
aquí perfecto. Visualizamos los componentes teóricos de cualquier sistema democrático:
derecho a la propiedad, toma de acuerdos, separación de poderes, sistema
judicial independiente, etc.
Sólo
queda articularlo. Es decir, hacerlo posible. Es decir, que se pueda votar, que
los poderes estén realmente separados, que se respeten los derechos y, en el
caso que nos ocupa, que se pueda acceder a ese poder judicial independiente en igualdad
de condiciones.
Si
cedemos el derecho a castigar pero no poseemos medios económicos para que nos
hagan justicia, porque esta deja de ser un derecho para convertirse en un
comercio, los resortes democráticos de cualquier país se desmoronan.
Hobbes
se equivocó. Somos capaces de ponernos de acuerdo para convivir. El problema
surge cuando, tras hacerlo, nos quitan los instrumentos para hacer posible esa
convivencia. El verdadero Leviatán, por desgracia, se hace presente cuando no
se tiene dinero para ejercer un supuesto derecho.
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