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domingo, 8 de junio de 2014

Si Aristóteles fuera Ministro de Educación

La sociedad actual –al menos en el mundo occidental- habla de valores en lugar de virtudes. El motivo es sencillo. Los valores son intercambiables, coyunturales, comprometen menos e, incluso, son susceptibles de ser sometidos a votación para elegirlos.

Ejemplos de valores en emergencia: la transparencia, la honradez, el emprendimiento. ¿Por qué? Dos motivos: la inteligencia, menos mal, nos presenta como valor algo que se considera bueno –esa transparencia, esa honradez, ese emprendimiento- añadiéndosele que, en este momento, son sumamente necesarios.

Dentro de diez años, igual no es necesaria tanta transparencia –será así porque se nos está yendo la mano en ese asunto- y pasará a ser un valor la privacidad. Así funcionan los valores.

En definitiva, esto ya viene de antiguo. El utilitarismo inglés lo formuló hace siglos. Convirtamos en valor a aquello que procure la mayor felicidad al mayor número posible de personas. Ahora toca emprender, mañana será otra cosa.

El valor, por tanto, sustituye a los principios. Un principio de vida no es amoldable a lo cambiante. Cuando se habla de valores, no nos engañemos, se está renunciando a la posibilidad de que puedan existir principios que no dependan de las circunstancias.

Honradez, ¿principio o valor? Las conclusiones son evidentes. Ahora interesa. Mañana, ya veremos.


¿Y las virtudes? Pobre Aristóteles. Están arrinconadas e, incluso, mal vistas. Han sido sustituidas por las competencias. Una virtud es un hábito que interioriza un principio. Una competencia es una habilidad que potencia, momentáneamente, un valor.

Igual todo esto es discutible. Si son mejores los principios-virtudes o los valores-competencias.

No obstante, estoy convencido que si giramos, en este punto, la reflexión hacia la educación de los más jóvenes –niños y adolescentes- nuestro filósofo griego, al menos, se echaría las manos a la cabeza.

Un valor y una competencia te hacen útil por un tiempo. Volvamos a los clásicos. Un principio y una virtud te hacen bueno siempre.

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