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jueves, 10 de septiembre de 2015

Relaciones tóxicas

-Hanibal Lecter: Primeros principios, Clarice. Simplicidad. Lea a Marco Aurelio. De cada cosa pregúntese qué es en sí misma. Cuál es su naturaleza. ¿Qué es lo que hace el hombre al que están buscando?
-Clarice Starling: Mata mujeres.
-Hanibal: ¡No! Eso es circunstancial. ¿Cuál es la primera y principal cosa que hace? ¿Qué necesidad cubre matando?
-Clarice: La ira... la aceptación social y la frustración sexual...
-Hanibal: ¡No! La codicia. ¡Esa es su naturaleza!

Extracto guión El silencio de los corderos

Posiblemente uno de los mejores diálogos del cine y, al mismo tiempo, con los mejores encuadres de cámara. En diversas ocasiones, tras planos circulares, los actores miran al objetivo. De este modo, el espectador se convierte en Clarice o en Hanibal sucesivamente quedando, así, atrapado.



Pero vayamos al fondo de la cuestión. Hanibal puede que sea la representación paradigmática de hasta dónde puede llegar la maldad humana. Pero esta cuestión, en la película, es circunstancial. Lo esencial es saber descubrir la “grandeza” de este personaje: su superioridad intelectual. Superioridad que queda reflejada en el extracto de guión propuesto: es infalible a la hora de distinguir lo esencial de lo circunstancial en la forma de ser y actuar del ser humano.

Buffalo Bill no mata mujeres sino que intenta saciar su codicia. Lo sabe Hanibal porque lo importante no es lo que uno hace sino por qué lo hace, es decir, que necesidad se cubre realizando tal o cual acción. Al igual que sabe que Clarice es policía, se ha hecho policía, porque de esa manera podrá cubrir su necesidad esencial: superar su trauma infantil.

Y, aquí, está lo grandioso de la película y la verdadera maldad del personaje, de Hanibal Lecter. No hacernos ver a los espectadores, ni a los propios interesados, que el gran error en las vidas de Buffalo Bill y Clarice es que se han equivocado a la hora de detectar sus necesidades.

Centrémonos en Clarice para no alargar la entrada. No se hace policía por vocación sino porque cree que de esa manera dejarán de chillar los corderos en su mente. Pobre Clarice. Al confundirse en la necesidad errará en su decisión profesional. Mientras no descubra que el chillido de los corderos no es lo esencial se aferrará a una profesión que a la larga, y en definitiva, no  la hará feliz.

Hoy en día abundan las personas con el mismo corte de personalidad que Clarice. Especialmente es llamativa esta realidad en el modo en el que muchos gestionan su relación de pareja. Entre los jóvenes, esta situación alcanza su máxima radicalidad negativa.

Se confunde el amor –necesidad vital- con el sentirse uno a gusto –necesidad esencialmente secundaria-. Y, así ,y sin saber ni el por qué ni el cómo, se enredan en unas relaciones interpersonales que, inevitablemente, terminarán en el hastío y una sensación triste de vacío interior. A Clarice le faltó enfrentarse a su verdadero miedo. A estos últimos, encauzar el gusto no hacia un sujeto sino hacia objetos.

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