-Hanibal
Lecter: Primeros principios, Clarice. Simplicidad. Lea a Marco Aurelio. De cada
cosa pregúntese qué es en sí misma. Cuál es su naturaleza. ¿Qué es lo que hace
el hombre al que están buscando?
-Clarice
Starling: Mata mujeres.
-Hanibal:
¡No! Eso es circunstancial. ¿Cuál es la primera y principal cosa que hace? ¿Qué
necesidad cubre matando?
-Clarice:
La ira... la aceptación social y la frustración sexual...
-Hanibal:
¡No! La codicia. ¡Esa es su naturaleza!
Extracto
guión El silencio de los corderos
Posiblemente
uno de los mejores diálogos del cine y, al mismo tiempo, con los mejores
encuadres de cámara. En diversas ocasiones, tras planos circulares, los actores
miran al objetivo. De este modo, el espectador se convierte en Clarice o en
Hanibal sucesivamente quedando, así, atrapado.
Pero
vayamos al fondo de la cuestión. Hanibal puede que sea la representación
paradigmática de hasta dónde puede llegar la maldad humana. Pero esta cuestión,
en la película, es circunstancial. Lo esencial es saber
descubrir la “grandeza” de este personaje: su superioridad intelectual.
Superioridad que queda reflejada en el extracto de guión propuesto: es
infalible a la hora de distinguir lo esencial de lo circunstancial en la forma
de ser y actuar del ser humano.
Buffalo
Bill no mata mujeres sino que intenta saciar su codicia. Lo sabe Hanibal porque
lo importante no es lo que uno hace sino por qué lo hace, es decir, que
necesidad se cubre realizando tal o cual acción. Al igual que sabe que Clarice
es policía, se ha hecho policía, porque de esa manera podrá cubrir su necesidad
esencial: superar su trauma infantil.
Y,
aquí, está lo grandioso de la película y la verdadera maldad del personaje, de
Hanibal Lecter. No hacernos ver a los espectadores, ni a los propios
interesados, que el gran error en las vidas de Buffalo Bill y Clarice es que se
han equivocado a la hora de detectar sus necesidades.
Centrémonos
en Clarice para no alargar la entrada. No se hace policía por vocación sino
porque cree que de esa manera dejarán de chillar los corderos en su mente. Pobre
Clarice. Al confundirse en la necesidad errará en su decisión profesional.
Mientras no descubra que el chillido de los corderos no es lo esencial se
aferrará a una profesión que a la larga, y en definitiva, no la hará feliz.
Hoy
en día abundan las personas con el mismo corte de personalidad que Clarice. Especialmente
es llamativa esta realidad en el modo en el que muchos gestionan su relación de
pareja. Entre los jóvenes, esta situación alcanza su máxima radicalidad
negativa.
Se
confunde el amor –necesidad vital- con el sentirse uno a gusto –necesidad esencialmente
secundaria-. Y, así ,y sin saber ni el por qué ni el cómo, se enredan en unas relaciones
interpersonales que, inevitablemente, terminarán en el hastío y una sensación
triste de vacío interior. A Clarice le faltó enfrentarse a su verdadero miedo. A
estos últimos, encauzar el gusto no hacia un sujeto sino hacia objetos.
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