Un
argumento que parece válido pero que no lo es. Eso es una falacia. La falacia
se puede utilizar con intencionalidad o sin ella. La intención, implica
manipulación; la falta de intencionalidad, es simple ignorancia.
El
juicio valorativo sobre la falacia, o más bien sobre quien la formula es, en
todos los casos, desfavorable: o se manipula o se manifiesta, sin pudor alguno,
la propia ignorancia.
Cuando
se estudiaba lógica en el bachillerato –que tiempos aquellos- se entrenaba uno
en el análisis riguroso de todos y cada uno de los tipos de falacia que existen;
tantas, casi, como tipos de personas hay en el mundo: la afirmación del
consecuente, el argumento a silentio, el argumento ad baculum, etc.
Es
interesante, aunque quizás carezca de fundamento, analizar como cada red social
alimenta un determinado tipo de falacia.
Facebook
está lleno de falacias tipo: que bien me lo he pasado porque me he tomado siete
hamburguesas (y semejante afirmación se acompaña de una fotografía que da fe
del grandioso evento) El ejemplo es exagerado pero no falaz. Se intenta ser didáctico.
Estamos ante la falacia ad veracundiam, aquella que fundamenta la verdad
en la costumbre, como ocurre en este caso.
Si
salgo, me lo tengo que pasar bien. Si es tomando hamburguesas, mucho más. Si
han sido siete y, además, con precio económico y con regalo: ¿cómo voy a decir
que no es obligatorio pasárselo bien así? La costumbre –todos diríamos lo
mismo- lleva asociar felicidad a lo que
hace todo el mundo.
Twitter
está elevando la falacia a cotas de popularidad insospechadas. En Twitter, la falacia
ad hominem ocupa el primer puesto a gran distancia sobre las demás. Su
argumento es simple. En lugar de criticar razonadamente la postura de otro, se
descalifica a la persona que emite esa opinión.
Falacia
que no quiere gran capacidad cognitiva y que tampoco necesita muchas palabras o
frases complejas para ser construida. Por eso, Twitter abona esta posibilidad
de manera exponencial.
Es fácil
criticar una ley, o un proyecto, afirmando que es errónea, o fallido, porque la
persona que la propone o defiende es un tal o un cual. Lo mismo pasa con una
obra de arte, una postura filosófica, una película, o cualquier otra
manifestación propia del ser humano.
La falacia
ad hominem es insaciable. Una vez que se empieza a descalificar, no es fácil
parar porque el insulto necesita retroalimentarse y renovarse para que sea
efectivo. Y nunca lo es porque es falaz. Pero como eso importa poco, el que
insulta no parará hasta conseguir su objetivo.
¿El
remedio? No es fácil porque va con la condición personal de cada uno. Al menos,
lo que hay que hacer es evitar su retroalimentación. Retwittear falacias nos
empobrece.
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