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martes, 22 de octubre de 2013

La falacia necesita pocos caracteres

Un argumento que parece válido pero que no lo es. Eso es una falacia. La falacia se puede utilizar con intencionalidad o sin ella. La intención, implica manipulación; la falta de intencionalidad, es simple ignorancia.
 
El juicio valorativo sobre la falacia, o más bien sobre quien la formula es, en todos los casos, desfavorable: o se manipula o se manifiesta, sin pudor alguno, la propia ignorancia.
 
Cuando se estudiaba lógica en el bachillerato –que tiempos aquellos- se entrenaba uno en el análisis riguroso de todos y cada uno de los tipos de falacia que existen; tantas, casi, como tipos de personas hay en el mundo: la afirmación del consecuente, el argumento a silentio, el argumento ad baculum, etc.
 
Es interesante, aunque quizás carezca de fundamento, analizar como cada red social alimenta un determinado tipo de falacia.
 
 
 
Facebook está lleno de falacias tipo: que bien me lo he pasado porque me he tomado siete hamburguesas (y semejante afirmación se acompaña de una fotografía que da fe del grandioso evento) El ejemplo es exagerado pero no falaz. Se intenta ser didáctico. Estamos ante la falacia ad veracundiam, aquella que fundamenta la verdad en la costumbre, como ocurre en este caso.
 
Si salgo, me lo tengo que pasar bien. Si es tomando hamburguesas, mucho más. Si han sido siete y, además, con precio económico y con regalo: ¿cómo voy a decir que no es obligatorio pasárselo bien así? La costumbre –todos diríamos lo mismo- lleva  asociar felicidad a lo que hace todo el mundo.
 
Twitter está elevando la falacia a cotas de popularidad insospechadas. En Twitter, la falacia ad hominem ocupa el primer puesto a gran distancia sobre las demás. Su argumento es simple. En lugar de criticar razonadamente la postura de otro, se descalifica a la persona que emite esa opinión.
 
Falacia que no quiere gran capacidad cognitiva y que tampoco necesita muchas palabras o frases complejas para ser construida. Por eso, Twitter abona esta posibilidad de manera exponencial.
 
Es fácil criticar una ley, o un proyecto, afirmando que es errónea, o fallido, porque la persona que la propone o defiende es un tal o un cual. Lo mismo pasa con una obra de arte, una postura filosófica, una película, o cualquier otra manifestación propia del ser humano.
 
La falacia ad hominem es insaciable. Una vez que se empieza a descalificar, no es fácil parar porque el insulto necesita retroalimentarse y renovarse para que sea efectivo. Y nunca lo es porque es falaz. Pero como eso importa poco, el que insulta no parará hasta conseguir su objetivo.
 
¿El remedio? No es fácil porque va con la condición personal de cada uno. Al menos, lo que hay que hacer es evitar su retroalimentación. Retwittear falacias nos empobrece.

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