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sábado, 26 de octubre de 2013

Rompe el silencio


Sufrir sin saber porque se sufre es, realmente, el gran problema a solucionar que tiene el sufrimiento.
 
Si se sufre porque uno ha sido, conscientemente, la causa de ese sufrimiento, evidentemente, se pasa mal pero uno no pierde su identidad del todo. Queda dónde agarrarse y se sabe lo que hay que hacer: cambiar.
 
Cuando uno sufre, sin ser la causa de ese sufrimiento, ocurre lo siguiente: empieza una cascada de pensamientos que se retroalimentan hasta el infinito: si sufro y no he hecho nada malo, si me hacen sufrir sin yo provocarlo, será porque hay algo en mí que es malo, que soy malo, que no sirvo.
 
El segundo paso, es inevitable. Como soy yo el malo, callo. Porque no se puede contar aquello que no tiene una causa.
 
Esto es lo que pasa cuando un niño, una niña, es objeto de acoso. Sufre y calla y la situación se torna, en poco tiempo, insostenible. El inicio de cualquier ayuda ante esta situación es conseguir que ese niño, que esa niña, rompa su silencio.
 
 
 
 
Todo esto me ha hecho apreciar la valentía de Carla, de Silay Alkma, en una entrevista que he oído, hace unas horas, en el programa de las mañanas del fin de semana de la cadena Cope. Y, aparte de su valentía, la sabiduría de su proyecto: Rompe el silencio. Porque esa es la clave inicial a manejar.
 
Invito a conocer este proyecto en www.silenciosamente.com ya que lo que pueda reflejar en esta Entrada sólo sería un mal resumen de lo que allí se cuenta de manera adecuada.
 
Sólo quisiera apuntar una reflexión.
 
La prevención del acoso, su tratamiento, necesita un cambio de perspectiva urgente. Hablar de acosador, acosado, problema, víctima, perfiles psicológicos, etc. no está dando resultado alguno.
 
Como indica Carla, sólo desde una adecuada educación de las emociones, conseguiremos vías de solución ante este problema que hace sufrir a muchos niños y a cualquier persona con sensibilidad.

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