Me siento muy bien. Al principio estoy agarrotado pero cuando empiezo a moverme lo olvido todo y es como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara.
El director Stephen Daldry se basa, para el desarrollo de la película, en un guión del dramaturgo Lee Hall. Este último elige elementos reales de su infancia para desarrollar la trama y el guión de la historia.
La película ofrece un alarde de conjunción entre dos historias que discurren paralelas: la lucha de Billy para que su sueño se haga realidad y la situación social de una clase obrera en decadencia. Dos historias que se funden finalmente en una única trama: la lucha de toda la familia para que Billy pueda tener la oportunidad de ingresar en el Royal Ballet londinense aunque eso suponga un sacrificio económico y gastar un dinero que no se tiene. Se consigue este efecto de dos historias que se entrecruzan usando como recurso cinematográfico la música y la fotografía.
La música de la película se utiliza como herramienta para sumergirnos en el sueño de Billy: ser bailarín. El progreso del chico, sus miedos y deseos se acompasan a ritmo de una adecuada banda sonora. Viendo a Billy bailar el espectador logra olvidarse de la dura situación económica y social que rodea la vida del niño. Igual le ocurre a Billy; cuando baila, se olvida de todo.
La fotografía nos sumerge en la historia dramática de la situación de los pueblos mineros ingleses de la década de los ochenta. El director consigue este efecto mediante la presencia casi continua de la policía inglesa en numerosas escenas de la película. Nos recuerda así el drama que nos está contando.
Los distintos personajes están bien delimitados. Nos parecen humanos y, por tanto, creíbles. Nos muestran sus grandezas y miserias. Ninguno es un héroe pero tampoco un malvado. Este es otro acierto del director que consigue que el espectador se involucre en la trama y la haga propia. Los protagonistas evolucionan, cambian de puntos de vista y de decisiones. No son estáticos sino dinámicos. Como ocurre en la vida real de cualquiera de nosotros.
Billy Elliot es una de esas películas que remueven los sentimientos y que consiguen que uno se sienta con ganas de hacer cosas grandes y positivas.
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