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miércoles, 4 de abril de 2012

El ajedrez y el desarrollo intelectual de los niños (II)

La visión que se ofrece de Bobby Fischer en la película de Steven Zaillian es sesgada. Ciertamente, nuestro campeón del mundo del ajedrez tuvo todas las papeletas para ser un personaje difícil. Superdotado intelectualmente, fracaso escolar, familia desestructurada, infancia oscura y su pasión por el ajedrez constituyen una mezcla explosiva difícil de gestionar.

No obstante, la figura de Fischer se utiliza en la película para potenciar la imagen de Joshua Waitzkin. Niño prodigio como Bobby y, en todo lo demás, distinto: familia unida, infancia feliz, niño con virtudes sobresalientes. Un recurso narrativo lícito que debe verse como lo que es para no sacar conclusiones precipitadas sobre los personajes o las bondades o maldades –que las tiene- del ajedrez.

Vista la película se averigua el objetivo final del director: uno se forja su vida en función de las decisiones que toma y no tanto por las cualidades que tenga y las circunstancias que le rodeen. Joshua Waitzkin no es Bobby Fischer porque, en definitiva, no convirtió el ajedrez en un fin en sí mismo.

Y, de paso, ofrecernos la visión más sórdida posible del ajedrez. Un deporte que supone un plus intelectual en aquellos que los practican con profesionalidad y, al mismo tiempo, la posibilidad de malograr sus vidas. Hacer del ejercicio intelectual una actividad continua puede desequilibrar si se tiene cualidades para ello.


Hasta aquí los comentarios sobre En busca de Bobby Fischer. Es momento de girar los argumentos hacia el tema que nos ocupa: la posible relación entre el ajedrez y el desarrollo intelectual de los niños. Y empezaremos desmontando los mitos sobre esta cuestión. Argumentos recurrentes que se ofrecen y que tienen poca base científica.

El ajedrez es una herramienta que posibilita el desarrollo intelectual. Eso es cierto. Pero sólo lo hace si ese niño posee las cualidades personales e intelectuales que lo hagan posible. De lo contrario, el ajedrez será un medio de entretenimiento más, que no es poco ni desdeñable.

Algo así ocurre en Joshua en el plano personal. Es un niño noble. El ajedrez lo hace más noble aún si cabe. Pero no lo hará noble si no lo es. ¿Determinismo? No. Determinismo sería afirmar que el ajedrez hace milagros.

Pongamos otro ejemplo más comprensible. Tenemos un niño muy inquieto. Tanto, que no se concentra en sus estudios. Lo ponemos a jugar al ajedrez para que gane en concentración. Craso error, No se gana en atención ejercitando la atención pura.

¿Qué hace entonces el ajedrez? Afianzar el proceso cognitivo de la atención en quien tenga ya en potencia esa facultad. Si no se tiene esta facultad –o es escasa- y se quiere potenciar usemos otros medios: existen y son eficaces.

¿Potencia el ajedrez facultades en cualquier niño? Si pero no las que se ofrecen como obvias. ¿Potencia el ajedrez ciertas cualidades en ciertos niños? Si. Es cuestión de conocer el perfil del niño y lo que el ajedrez realmente ofrece. Seguiremos.

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