Así,
pues, supondré que hay, no un verdadero Dios, fuente suprema de verdad, sino
cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual haya
usado toda su industria en engañarme.
De
esta manera, formula Descartes la tesis del genio maligno, hipótesis que nos
hace dudar hasta del rigor de las matemáticas y, que como consecuencia de eso,
nos sumerge en una situación en la que no podemos tener certeza de nada, salvo la
de nuestra propia existencia como pensamiento.
Pienso,
luego existo: se puede dudar de la existencia de Dios, del cielo, de los
cuerpos, de nuestro propio cuerpo; pero no se puede dudar de que todas esas
cosas las estemos pensando. El cogito cartesiano se presenta, así, como
la primera verdad clara y distinta, indubitable, que fundamentará todo
conocimiento y cualquier otra nueva certeza.
La
situación de Neo, en Matrix, es similar a la que se obtiene después de someter
todo a duda al modo cartesiano. Neo duda hasta de su propia existencia. Sin
embargo, y como ocurre tras la hipótesis del genio maligno, al menos podrá
afirmar que existe como algo que piensa todas esas cosas.
Matrix,
al igual que el genio maligno, deja a Neo como pensamiento que piensa.
Descartes propondrá una salida filosófica a esa soledad del cogito. Los
hermanos Wachowsky, una solución cinematográfica a la soledad de Neo.
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